La Medalla se compone de tres corazones.
El corazón ubicado arriba es el de San José, El custodió a Jesús y a María. Cuidó de Jesús cuando era niño con cariño y paciencia mientras crecía y aprendía. Y fue un fiel compañero de la Virgen en la vida sencilla de la casita de Nazaret, llevando a cabo la misión que Dios les había encomendado.
El corazón de abajo a la izquierda es el Sagrado Corazón de Jesús: quien nos ama sin medida, y es capaz de dar la vida por cada uno de nosotros.
El corazón de abajo a la derecha es el Inmaculado corazón de María: quien meditaba y guardaba todas las cosas en sus corazón, sus gozos y sus tristezas, sus virtudes y su perfección y sobre todo, su amor reverencial por Dios Padre, su amor por San José su fiel compañero y su amor maternal por Jesús y por todos los hombres.
Los tres corazones forman una sola comunión; como en la Santísima Trinidad. El corazón de San José, de Jesús y de María viven de un mismo amor.
El corazón de José y María viven y existen por el amor que le tienen a Jesús.
Los tres corazones son rodeados por la frase: “La paz debe reinar en las Familias: alabados sean Jesús, José y María”. Esta frase es el deseo de Dios sobre nuestras familias: Que habite su paz en medio nuestro.
La medalla es un signo que Dios quiere dejar en la tierra como expresión de su amor.
Todos los valores cristianos han sido trastocados, los hombres han sacado a Dios de sus vidas.
El mal reina y quiere destruir las familias.
El Señor quiere restaurar y santificar las familias. Que los hogares se vuelvan Iglesias domésticas como en Nazaret.
La medalla se debe colocar en los hogares en el lugar donde se reúne la familia.
La Virgen promete proteger, bendecir y derramar abundantes gracias a las familias que las coloquen en sus hogares y recen el Santo Rosario.
Por encima de nuestra humanidad, suspendida entre el cielo y la tierra se encuentra la Sagrada Familia protegiendo y bendiciendo el destino de cada Familia.
Dios llama a cada familia a una verdadera conversión del corazón.
Sin familias no hay futuro, ni vocaciones.
Las familias necesitan urgentemente orar, poner a Dios en primer lugar pues donde El habita reina la paz; y todas las virtudes posibles en la medida en que le abramos nuestro corazón. Donde Dios reina todo es transformado y bendecido. El Señor acompaña siempre a aquellos hijos que con buena voluntad quieren caminar con Él, educándolos, dándoles consuelo, para que puedan hacer visible el Reino de Dios en ellos y en sus familias.
La vida que nos promete Dios es la vida abundante del cielo, que no es otra cosa que vivir en el Amor.
La medalla se debe colocar en los hogares en el lugar donde se reúne la familia.
La Virgen promete proteger, bendecir y derramar abundantes gracias a las familias que las coloquen en sus hogares y recen el Santo Rosario.
Por encima de nuestra humanidad, suspendida entre el cielo y la tierra se encuentra la Sagrada Familia protegiendo y bendiciendo el destino de cada Familia.
Dios llama a cada familia a una verdadera conversión del corazón.
Sin familias no hay futuro, ni vocaciones.
Las familias necesitan urgentemente orar, poner a Dios en primer lugar pues donde El habita reina la paz; y todas las virtudes posibles en la medida en que le abramos nuestro corazón. Donde Dios reina todo es transformado y bendecido. El Señor acompaña siempre a aquellos hijos que con buena voluntad quieren caminar con Él, educándolos, dándoles consuelo, para que puedan hacer visible el Reino de Dios en ellos y en sus familias.
La vida que nos promete Dios es la vida abundante del cielo, que no es otra cosa que vivir en el Amor.
Pero no un amor pasajero, sino un amor eterno, este amor que trasciende el cansancio, los pecados, las angustias, un amor que prevalece a pesar de todo, porque está dispuesto a dar la vida.
La vida de muchas familias está en ruinas, porque ya no habita este amor.
Muchas familias hoy conviven con un amor egoísta, un amor centrado en la propia necesidad, ya no forman un hogar, sino islas separadas conviviendo bajo el mismo techo.
Muchas familias hoy conviven con un amor egoísta, un amor centrado en la propia necesidad, ya no forman un hogar, sino islas separadas conviviendo bajo el mismo techo.
Dios quiere unir a las familias con el vínculo de la perfecta caridad. Donde se entienda que para vivir en plenitud es necesario morir diariamente a los egoísmos, ponernos por amor al servicio de quienes viven en nuestro mismo hogar.
No hay mayor coherencia que vivir desde la propia familia la bendición de estar unidos por la santa caridad. Esta coherencia no necesita discurso, se proyecta hacia el mundo con su luz.
El amor de Dios es la luz santa que hace nuevas todas las cosas, y a través de la Sagrada Familia quiere restaurar el amor que muchas veces por el cansancio y las tareas de todos los días ha perdido su brillo y casi no ilumina.
En la medida que se abra el corazón a su gracia, se ordenará todo en su amor.
Se acabaran los amores mezquinos, los amores divididos y darán paso a la plenitud de la verdadera vida en Dios.
Jesús eligió venir en medio de una familia, creció obedeciendo y fue formado por el amor de María y José.
Hoy quiere morar en nuestras familias, ayudarnos a caminar en medio de las dificultades del mundo. Somos sus sarmientos que debemos dar mucho fruto.
Cada familia es una rama de esta vid que es El. El quiere podarlas para que brille en ellas la esencia en la cual vivía la Sagrada Familia.
La presencia de Dios en la vida de las familias, cambia radicalmente su mirada y su rumbo.
Vivir en Dios pacifica las pasiones y las eleva por encima de los propios intereses humanos comprendiendo que hemos sido llamados a vivir del amor.
No hay mayor coherencia que vivir desde la propia familia la bendición de estar unidos por la santa caridad. Esta coherencia no necesita discurso, se proyecta hacia el mundo con su luz.
El amor de Dios es la luz santa que hace nuevas todas las cosas, y a través de la Sagrada Familia quiere restaurar el amor que muchas veces por el cansancio y las tareas de todos los días ha perdido su brillo y casi no ilumina.
En la medida que se abra el corazón a su gracia, se ordenará todo en su amor.
Se acabaran los amores mezquinos, los amores divididos y darán paso a la plenitud de la verdadera vida en Dios.
Jesús eligió venir en medio de una familia, creció obedeciendo y fue formado por el amor de María y José.
Hoy quiere morar en nuestras familias, ayudarnos a caminar en medio de las dificultades del mundo. Somos sus sarmientos que debemos dar mucho fruto.
Cada familia es una rama de esta vid que es El. El quiere podarlas para que brille en ellas la esencia en la cual vivía la Sagrada Familia.
La presencia de Dios en la vida de las familias, cambia radicalmente su mirada y su rumbo.
Vivir en Dios pacifica las pasiones y las eleva por encima de los propios intereses humanos comprendiendo que hemos sido llamados a vivir del amor.
Cada familia es un talento que se nos ha dado para que la hagamos fructificar. Dependerá de cada uno de nosotros, que hacemos con nuestra familia y que alcanzamos con el trabajo que realicemos para hacerla fructificar.
El Señor está dispuesto a abrazarnos con su amor y ayudarnos a fructificar este talento. Para que al final demos abundantes frutos.
Sólo necesita nuestro sí pequeño y diario, y a medida que ese sí se haga perpetuo veremos realizada la obra de ver en el corazón de cada familia la vida de la gracia, latiendo en cada uno e iluminando el mundo.
Si Dios habita en las familias, éstas serán un reflejo de su divinidad.
Desde la familia educados en valores y acompañados por Dios, surgen hijos y sacerdotes santos que restauran la sociedad que ha caído y olvidado los valores fundamentales que sostienen la verdadera vida de la gracia.
El Señor está dispuesto a abrazarnos con su amor y ayudarnos a fructificar este talento. Para que al final demos abundantes frutos.
Sólo necesita nuestro sí pequeño y diario, y a medida que ese sí se haga perpetuo veremos realizada la obra de ver en el corazón de cada familia la vida de la gracia, latiendo en cada uno e iluminando el mundo.
Si Dios habita en las familias, éstas serán un reflejo de su divinidad.
Desde la familia educados en valores y acompañados por Dios, surgen hijos y sacerdotes santos que restauran la sociedad que ha caído y olvidado los valores fundamentales que sostienen la verdadera vida de la gracia.
La medalla es un signo de que Dios no es ajeno a los problemas del mundo.
Una de sus preocupaciones más grandes es la familia por eso quiere ponerlas bajo el amparo de Jesús, José y María.
Una de sus preocupaciones más grandes es la familia por eso quiere ponerlas bajo el amparo de Jesús, José y María.
“La paz debe morar en las familias: Alabados sean Jesús, José y María”.
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