3/12/22

Cuadro "El Regreso del Hijo Pródigo"

El cuadro “El regreso del hijo pródigo”.

 Esta obra es una copia de la pintada por Rembrandt von Rijn, pintor holandes del siglo XVII. Es una de sus última obra, pintada al final de su vida, en el año 1669. Relata la parabola de la misericordia de Lucas (Lc 15, 11-32), y con ella nos desvela también parte de su propia historia, y de la nuestra.

        Rembrandt no realiza esta obra por encargo, sino para sí mismo. Debía sentir una atracción por el tema ya que treinta años antes había pintado “El hijo pródigo vividor”, en el que se autorretrataba con su mujer Saskia en un burdel, en una etapa llena de excesos, placeres, de euforia personal y profesional.

Sin embargo, “El regreso del hijo pródigo” lo pinta después de la muerte de su mujer y sus hijos, después de la ruina económica, el desprestigio profesional, seguramente porque al final de su vida, ansiaba tener ante sus ojos la esperanza de esta misericordia. 

El pintor focaliza la atención del espectador en el abrazo del padre y el hijo, sin necesidad de colocarlos en el centro de la composición. Al otro extremo, un discreto foco de luz sobre un personaje erguido nos desvela al tercer protagonista de la historia: el hijo mayor.

Por otra parte, es excepcional la maestría con la que el autor ha captado y reflejado la psicología de los personajes, consiguiendo que en ellos podamos descubrirnos a nosotros mismos.



"El hijo menor"

    La ida del hijo menor es un acto mucho más ofensivo de lo que parece, porque el hijo no tenía ningún derecho sobre las propiedades de su padre hasta que este muriese, y su petición suponía un rechazo de su padre y del hogar.

      Se alejó de su padre y de todo lo que este le podia ofrecer porque pensó que él solo construiría mejor su propia vida. Pero pronto descubre lo equivocado que estaba y que se está mejor en la casa del padre, por eso regresa.

      La forma  en que Rembrandt lo retrata es muy reveladora: tiene la cabeza afeitada, como signo de que lo han privado de su marca de individualidad, nada queda ya del cabello rizado y la mirada desafiante de aquel otro retrato de “El hijo pródigo vividor”. Su rostro algo deforme, pequeño y rasurado, sugiere el de un bebé queriendo sumergirse en el seno materno, con ansias de volver a nacer.

      Viste ropa interior y está casi descalzo, como signo de un recorrido de pobreza y esclavitud, el camino del arrepentimiento es largo y penoso. Se arrodilla y esconde su rostro, no se atreve siquiera a mirar a su padre.

      Aparece desposeído de todo, excepto de su espada colgada en la cadera, que constituye un símbolo de su origen noble. En medio de su degradación, se aferró a su filiación, se reconoció como hijo de su padre, y descubrió que esa era su mayor dignidad.

   



   

"El hijo mayor"

    Es curioso que, tal como lo representó Rembrandt, padre e hijo se parecen mucho. Los dos tienen barba y lucen largas túnicas rojas; la luz proyectada sobre el rostro del hijo mayor conecta muy directamente con la cara iluminada del Padre. Parecen tener mucho en común, y sin embargo, la actitud que muestran ante “el regreso” es muy diferente.

      La rigidez e inmovilismo del hijo mayor queda acentuada por el largo bastón que sostiene en sus manos, cerradas sobre sí mismas. No muestra deseo de acercarse, se sumerge en la oscuridad, creando un espacio central vacío inmenso en el cuadro que crea una gran tensión.

       Lo que Rembrandt está retratando es otro hijo perdido; a pesar de que permaneció en casa y cumplía sus obligaciones, en su corazón era cada vez más desgraciado y menos libre, porque también se había alejado de su padre.

       La dureza de su expresión muestra su queja, su imposibilidad para la alegría. Su postura revela que había desaparecido la comunión con su padre y su hermano, que se había convertido en un extraño para los suyos, aunque no se hubiese marchado.      

        El está tan necesitado de volver a casa igual que el hermano pequeño, y sin embargo, no es capaz de correr a abrazar a su padre y arrodillarse ante él, sino que permanece impenetrable y ageno, a pesar de la ternura de las palabras paternas: “Todo lo mio es tuyo”.




"El Padre"    

  Es el auténtico y verdadero protagonista del cuadro, y su rostro es el único que se muestra íntegro en contraposición a las caras de sus hijos que solo se ven de perfil, como incompletos, que es lo que somos cuando no estamos con el Padre.  
Es muy significativo que Rembrandt eligiera un anciano casi ciego para comunicar el amor de Dios a través de unas manos abiertas, prestas a tocar al que se acerca (en oposición a las manos cerradas del hijo mayor).  
 Las manos del padre se convierten en el núcleo de este oleo. En la composición, juegan una especial paralelismo con los pies desnudos de su hijo menor. En las manos del padre se concentra toda la luz (clave pictórica y espiritual del cuadro), a ellas se dirigen todas las miradas, en ellas la misericordia se hace carne.

         Hay algo de maternal en esta figura que se inclina a estrechar sobre su regazo a su hijo. Incluso su mano derecha, fina y elegante, parece la de una madre, mientras que la rugosa y firme mano izquierda se asemeja más a la de un padre. Así, maternidad y paternidad se conjugan en este de gesto de bendición y de sanación de Dios.
También la forma de arco del gran manto rojo del padre nos recuerda unas alas protectoras, en alusión a la palabra bíblica de la gallina que reune a sus polluelos bajo sus alas.  Ante esta parabola, lo fácil es buscar la identificación con uno de los hijos, dejando a Dios el evidente papel de Padre. Sin embargo, el pintor, captando la esencia de la parábola, consiguió que la atención del espectador recayera en el padre.
Rembrandt, mostrando al Padre vulnerable, nos hace dar cuenta que la vocación del hombre es ser como el Padre.
El lienzo no sólo muestra un perdón sin límites, también constituye una prueba de que el hijo infiel (sea el menor o el mayor), sigue siendo heredero, y por tanto, sucesor del Padre, destinado a entrar en el lugar del Padre y a ofrecer las mismas manos dispuestas a recibir sin condiciones.

                                        

 

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PLANO IGLESIA SAN JOSÉ

PLANO IGLESIA SAN JOSÉ
Autora: Chiara Mastrosimone, basado en el plano de la Parroquia San José de la Autora Lic. Alejandra Muriel Lema.